Una oportunidad perdida para Bilbao y el Bellas Artes

En el gris y oscuro Bilbao de los 80 el Museo de Bellas Artes era un reducto de belleza en un Bilbao industrial y luchador, un pequeño oasis en una ciudad de fachadas ennegrecidas y batallas urbanas. En los paseos de los domingos con mi aita siempre había una parada en el museo y con cada visita fui apreciando un detalle más: los cuadros de Goya, los iconos medievales, “El rapto de Europa”, “Los cambistas”, Gargallo, Bacon… El Museo me acercó el arte y éste a la arquitectura.

Bilbao evolucionó, nosotros también. Dimos paso a la modernidad y junto al Bellas Artes surgieron nuevos iconos que dieron lustre a la ciudad: el metro, el Guggenheim, Euskalduna… Éramos testigos de una transformación urbana que nos convertiría en referente mundial. De la mano de grandes nombres de la arquitectura: Foster, Moneo, Siza, Calatrava, Gehry pero también los arquitectos locales.

Fachada principal, 1945. Imagen del MBAB

El edificio actual del Bellas Artes fue creado en los años 40 con un sobrio proyecto de Fernando Urrutia y Gonzalo Cárdenas. Posteriormente, de la mano de otros dos arquitectos locales Álvaro Líbano y Ricardo de Beascoa, se realizó una ampliación en los años 70 que trajo a Bilbao la arquitectura del movimiento moderno. Y en el 2001, en plena vorágine de los arquitectos estrella, Luis Mari Uriarte realizó una intervención quirúrgica de una calidad excepcional al nivel de los grandes nombres del star system.

Me convertí en arquitecto. Quería que mis obras mejoraran las ciudades y que sus ciudadanos se sintieran orgullos de ellas. Coincidió que me licencié en el final de la burbuja inmobiliaria, en la mayor crisis para la profesión en tiempos. Nos adaptamos y realizamos pequeños trabajos: fachadas, tejados, reparaciones estructurales… Los arquitectos ahora mejoramos la ciudad en el detalle mientras soñamos con ese gran proyecto que nos permita dar rienda suelta a nuestra creatividad.

Fachada principal. Imagen de El Faro de la Seguridad

Por eso esperaba con ilusión cuando leí que el Bellas Artes iba a realizar una nueva ampliación. Mi estudio no ha realizado muchos concursos pero estaba seguro de que en éste íbamos a participar. Necesitaba pensar en un edificio y un entorno urbano que conozco, que amo y ofrecer a la ciudad una visión nueva y una reflexión.

Sin embargo, cuando llegaron las bases del concurso mi decepción no podía ser mayor, el concurso abierto que se ofrecía en teoría no era más que un concurso restringido disfrazado, un freno, uno más a la libre competencia. Para poder optar a participar se pedía la realización previa de 5 museos, 5 premios internacionales, 10 proyectos de gran envergadura… etc. El concurso abierto quedaba reducido a 6 propuestas de arquitectos internacionales de máximo nivel con una larga trayectoria.

Museo de Bellas Artes, Imagen de El Faro de la Seguridad

Con esta actuación se priva a la ciudadanía de Bilbao de la oportunidad de obtener la atención de equipos de arquitectura de todo el planeta y se reducen lo que podían haber sido centenares de propuestas interesantes a tan solo 6. No solo eso, se impide que pueda surgir un nuevo talento que pueda hacer algo diferente e innovador y se prefieren grandes estudios para los que este proyecto será una más en una larga trayectoria.

He leído en algún medio que un concurso restringido (encubierto o no) es la mejor opción ya que no se puede dejar en manos de cualquiera algo tan preciado como el Bellas Artes.

Siguiendo ese pensamiento deberíamos calificar como un gran error cuando se decidió que la Ópera de Sidney la hiciera un desconocido arquitecto danés llamado Jørn Utzon. También deben de ser unos aficionados los que convocaron el concurso para el nuevo museo Guggenheim de Helsinki que batió el record mundial de candidatos en un concurso de arquitectura, atrayendo la atención de todo el mundo sobre la capital de Finlandia y ofreciendo un mosaico de miradas de un valor incalculable sobre la ciudad.

Pantalla acristalada. Imagen de MBAB.

También me causa estupor cuando oigo que un proyecto así no puede dejarse en manos de un novato porque daría problemas al plasmarlo en la realidad. Hoy en día la administración posee numerosos mecanismos para poder supervisar y controlar la ejecución de una obra y todos los días se llevan a cabo en los proyectos públicos. Precisamente, los proyectos que más se han ido de las manos suelen ser aquellos otorgados a arquitectos estrellas de egos incontrolables que gozan de privilegios que jamás se darían a otros y para ver ejemplos no tenemos que irnos muy lejos.

Puestos a exigir el mismo criterio en todos los aspectos podríamos empezar a pedir a los jugadores del Athletic que antes de vestir nuestra camiseta hayan jugado cinco finales de la Champions, o al alcalde de Bilbao, antes de serlo, que haya sido presidente de la ONU ¿o es el bellas Artes más importante que el Athletic o el Ayuntamiento?

Seguramente, ya sea demasiado tarde para dar marcha atrás a la convocatoria pero espero al menos que este escrito sirva de reflexión para el futuro. La ciudad y su arquitectura debe abrirse sin miedo a recibir propuestas y escuchar a los profesionales de la arquitectura sean estrellas consagradas o no. Los arquitectos somos los que dedicamos nuestro esfuerzo en el día a día a mejorarla y, cuando nos sale bien, hacemos posible que los niños de hoy y del futuro sean felices dando paseos con sus aitas por un urbanismo amable, ordenado y de vanguardia en sus paseos de los domingos por la mañana.

 

Andrés Iza de la Torre

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