Oteiza y Sáenz de Oiza: la alhóndiga que pudo ser.

Antes del Guggenheim, el metro de Foster y la colección de premios Pritzker a orillas de la Rìa, hubo dos proyectos ahora semiolvidados que hicieron soñar a los bilbaínos de los 80 sumidos en la espesura de la contaminación: la estación intermodal de Abando de Stirling y Wilford y el Cubo de la Alhóndiga. De la intermodal quizás hablemos otro día, ahora que ya parece que por fin llegan los dineros de Madrid para pegarle un repaso a la estación, pero primero queremos contaros la historia del proyecto que más tinta hizo gastar a las rotativas de la época.

Para comenzar vamos a conocer a tres de sus promotores, personajes arrolladores en su campo que se unieron en un momento de sus vidas para dar a luz a un proyecto casi tan gigantesco como sus egos:

  • Jorge Oteiza: escultor, poeta, escritor, filósofo, lingüista y coloso de la cultura vasca, la cual fue uno de sus pilares fundamentales durante la dictadura fundando una escuela de pensamiento que consiguió poner a la escultura vasca en el foco de atención del mundo del arte. Su creatividad solo puede compararse con su fuerte temperamento y su incorrección política. Sus monumentales enfados con su discípulo Eduardo Chillida y con la construcción del Guggenheim dieron paso a las posteriores reconciliaciones con ambos demostrando que rectificar es de sabios.

 

  • Francisco Javier Sáenz de Oiza: arquitecto brillante desde sus comienzos, fue capaz de producir obras brillantes que marcaron una época en la arquitectura española como la basílica de Arantzazu (junto a Jorge Oteiza), las viviendas de Torres Blancas en Madrid, la Torre del Banco de Bilbao o el Palacio de Festivales de Santander. También fue un carismático profesor que marcó tendencias en todo el desarrollo posterior de la arquitectura en España y uno de los primeros en desarrollar el posmodernismo. Como buen genio tampoco andaba corto de carácter como podemos ver en este vídeo hablando con los usuarios de sus viviendas de la M30:

 

    • José María Gorordo: un abogado, economista, profesor de universidad y presidente de la cámara de comercio. Un rara avis en el PNV, un partido de políticos sobrios y controlados, Gorordo dejó claro desde el principio que a él no le importaba destacar y tirar del carro pesara al que pesara. Ayudado por su carisma y su don de gentes fue capaz de fundar un periódico y poner en marcha un canal de televisión ilegal. Tanto sobresalto acabó espantando a su propio partido y acabó dimitiendo 3 años después.

 

Pero volvamos al año 87, Gorordo, recién llegado al cargo soñaba con darle a Bilbao ese gran símbolo que impulsara el renacimiento de la ciudad. Había que enfocar la ciudad hacia la cultura y qué mejor para ello que un centro cultural en la antigua alhóndiga. Se trataba de un edificio de principios de siglo y de propiedad municipal sin uso, debido al traslado a unas instalaciones más modernas en Rekalde. En principio se pensó en Rafael Moneo, pero finalmente gracias a la medición de la cuarta pata de esta mesa, el arquitecto bilbaíno Daniel Fullaondo escogió para dicha labor a Saénz de Oiza, con el que Oteiza ya había trabajado.

Itxaustegi, Saénz de Oiza, Oteiza y Fullaondo. 1989. T. doctoral de I. Rementeria: Proyecto no concluido para la alhóndiga.

 

El edificio dividía su programa en cuatro apartados: la biblioteca, incluidos fondos forales, un Museo de Arte Contemporáneo, un Instituto de Investigaciones Estéticas dirigido por Oteiza y destinado la cultura activa y el Conservatorio de Música. En un principio el Ayuntamiento, Diputación de Bizkaia y Gobierno Vasco decidieron financiar el proyecto, participando con el presupuesto de 9000 millones de pesetas. La ambición del proyecto, en cuanto a presupuesto e intenciones de los autores, y el deseo de repercusión en la ciudad dieron lugar a un intenso debate entre políticos que echaron a perder el proyecto.

PRIMERA PROPUESTA: CUBO & DOS PRISMAS

A comienzos del 89, tras haberle comprado a Oteiza varias obras que ocuparían el nuevo edificio se le encargó al equipo el anteproyecto. En abril se presentó una primera solución, que consistía en un gran cubo de cristal alojado dentro de la alhóndiga, derribando una de sus fachadas. El cubo, pensado a modo de gran plaza cubierta vacía se atravesaba en altura por un prisma horizontal. Un segundo prisma, de 180m de largo y 25 de canto, a modo de gran viga, cruzaría el cubo sobre el prisma anterior, pasaría sobre la Alameda de Urquijo y descansaría en otro cubo de vidrio menor en la esquina opuesta de lo que ahora es plaza Bizkaia.

Maqueta de la primera propuesta para la alhóndiga. Página Mas Context

 

Todo sería realizado en de acero y vidrio de enormes dimensiones, basándose en estructuras espaciales metálicas herederas de las cúpulas geodésicas de Buckminster Fuller, los hangares propuestos por Konrad Wachsmann e influencias como Archigram o Yona Friedman. A esto se le sumaba una fuerte imagen constructivista que Oiza llevaba tiempo queriendo realizar y que habitaba los proyectos experimentales de Fullaondo.

En palabras de Oteiza, era un desarrollo de sus proyectos de cajas metafísicas, sin necesidad de explicarse y que no buscaba ser la clase de obra “sofisticada” que dejaba fuera a la ciudadanía. Bilbao como ciudad “fea en el sentido positivo de la palabra”, se merecía un proyecto semejante, de verdad reveladora y renovación. Sobre la idea primordial de un cubo ocupado por dos prismas cruzados se harían varias variaciones, consistentes en la estructura, la ocupación de los prismas o la forma de esa viga sobre la Alameda Urquijo. Todas ellas generarían cierto rechazo, que llevaría al Colegio de Arquitectos a convocar una serie de conferencias en defensa de la alhóndiga y el patrimonio industrial, con tal de concienciar y presionar para que el antiguo edificio fuese declarado monumento.

Vista interior con el primer prisma secante inserto en el cubo.

 

SEGUNDA PROPUESTA: EL CUBO DE LA ALHÓNDIGA

En diciembre de 1989 se llegó a la llamada solución de los 78m, que presentaba un solo cubo dentro de la alhóndiga usando el edificio histórico de rodapié, derribando la fachada hacia la Alameda de Urquijo y conectando la plaza interior del cubo con la plaza Bizkaia por medio de unas escaleras mecánicas “tipo Pompidou”. El cubo en su interior se ocuparía en dos de las caras, con 10 plantas en altura formando una especie de diedro que según los proyectistas respondía a un frontón de pelota vasca. El resto del edificio sería un vacío definido por la estructura espacial que sustentaba el cubo. En la plaza Bizkaia se dispondrían dos volúmenes bajos vidriados, uno de ellos cuadrado destinado a oficinas y el otro alargado contra la medianera de los edificios vecinos, que se curvaría hacia la plaza como biblioteca. El tramo de la Alameda Urquijo quedaría peatonalizada, y como en la anterior, de la alhóndiga se conservarían solo sus fachadas como elemento protegido.

Vista de la maqueta de la propuesta desde la actual plaza Bizkaia. Blog Bilbao me mata.

 

La Consejería de Cultura de Gobierno Vasco, a través de su Junta Asesora del Patrimonio Monumental, declararía el proyecto incompatible con el edificio existente y desautorizaría el vaciado del interior por iniciarse en 1989 su tramitación como elemento patrimonial y finalmente resolverse ésta favorablemente en enero de 1990. Gorordo consideraría que el rechazo de la Junta al proyecto, cuyos miembros eran elegidos por la Consejería que dirigía su partido, se trataba de una traición de sus compañeros, además de un incumplimiento del programa electoral del PNV para Bizkaia.

Sección por el cubo y la plaza Bizkaia.

 

REUNIÓN EN MADRID & LA PROPUESTA FINAL

A comienzos de 1990, con tal de desbloquear la situación, se celebraría en Madrid una reunión en casa de Oiza en la que representantes de Gobierno Vasco y la Junta del Patrimonio pidieron la conservación de tres crujías de la Alhóndiga disminuyendo el tamaño del cubo, para salvaguardar su fisionomía y no reducirlo a una fachada. Gorordo e Oiza alegarían que bastante hacían ya conservándola y que si tanto agredía su cubo a la ciudad quitarle 20 metros no cambiaría nada. Oiza opinaba que el mejor legado que la alhóndiga podía dejar sería el del vacío en lugar del edificio y la fachada que tomaba como pie forzado.

La reunión no tuvo frutos y en este punto, cansado de no ver avanzar el proyecto, Oteiza se salió del proyecto. Oiza, convencido por Gorordo, comenzó a trabajar en esa alternativa que terminaría en julio, como única salida para la realización del proyecto. Tras presentarlo, quedó a la espera del permiso de Gobierno Vasco para iniciar las obras. En noviembre tuvieron lugar las elecciones autonómicas y se paralizó el proceso. Al resultar de nuevo ganador el PNV, faltó apoyo a la iniciativa de la alhóndiga. Habiendo deteriorado sus relaciones con el partido, a raíz entre otros del tema de la Alhóndiga, y con poco margen de actuación Gorordo dimitió. Así aquel proyecto de la alhóndiga quedaría archivado definitivamente.

Durante todo el proceso, el cubo suscitó polémica, no solo por su relación con el patrimonio, sino también por los casi 9.000 millones de pesetas de presupuesto. A ojos del pueblo se veía como una amenaza centralizadora que desabastecería los barrios ya escasamente dotados. Muchos considerarían el proyecto megalómano, en el que se inventó un programa irreal para llenar los inmensos espacios con unos usos para los que no había demanda. Se dijo que era una escultura reconvertida sin una idea de implantación urbana. Como la preexistencia quedaba reducida a una tramoya frente a la nueva actuación (el desprecio del proyecto por el edificio queda patente con solo mirar su representación en planos y maquetas) fue criticado, y los volúmenes que emergían se consideraron incompatibles con el ensanche, que había sobrevivido a la especulación anteriormente.

LA ALHÓDIGA QUE FUE

Pese a la oposición anterior, en 2002 se derribaría el interior, dejando la fachada nada más, suponemos por la elección de miembros de la Junta del Patrimonio más favorables. Tras este derribo se llevaron a cabo unas construcciones que se concluirían en 2010 bajo la orientación del francés Philippe Starck. Esta propuesta parecía vengarse de la anterior transformando el interior luminoso que proponía el equipo de Oteiza en un espacio oscuro con tres “cubitos” que ni lo eran ni se leerían como tal, ni interior ni exteriormente.

Vista actual del atrio interior de la Alhóndiga dirigida por Starck. Web del edificio.

 

Aunque se trata de un centro cultural para Bilbao, su ambición es menor: no tiene esa aspiración de transcender Bilbao, su programa es menor, más de barrio y su formulación arquitectónica es más tímida. Hasta su materialización a nivel urbano resulta tibia: exteriormente se lee como una caja antigua rellena de elementos que tampoco sobresalen demasiado, como gesto de falsa modestia (recordemos, del edificio original no queda sino la piel). Aunque tal vez agresivo, desmesurado y radical, el proyecto anterior era contundente y valiente, no se andaba con medias tintas ni ocultaba una intención que iba más allá de lo puramente constructivo, una ambición social y profundamente ciudadana de la cual carece por completo el edificio actual.

Por muy amenazador que hoy pueda parecer el proyecto, hay que considerar que hace ya casi treinta años el concepto que se tenía del patrimonio industrial era diferente. Se encontraba menos divulgado y el papel del arquitecto y su arquitectura eran diferentes. Los bilbaínos de por aquel entonces conocían de primera mano esa ciudad industrial y gris pero sugerente. Una propuesta de edificio o de imagen que evidenciase un cambio de fase en la ciudad a algo deseable. A la gente la industria y su lado más sórdido les eran muy conocidos, con lo que el patrimonio industrial interesaba menos, especialmente cuando nuevos proyectos prometían pasar del humo a ver el cielo azul a través de un inmenso cubo de vidrio. No hay que olvidar que el proyecto del Guggenheim se iniciaría en el 91 y acabaría en 1997, con lo cual la ciudad no tenía por entonces su más conocido hito, ni ninguno de los que le siguieron. Por esa razón no resulta de extrañar que se buscase un símbolo. Bilbao, que por entonces tenía importantes necesidades infraestructurales y de reconversión aun no resueltas, era una ciudad muy distinta, al igual que sus ciudadanos.

Bilbao con la primera propuesta para la alhóndiga: el cubo intersecado por dos prismas. Página Mas Context

 

Las ambiciones de una ciudad en necesidad de reconvertirse tras una desindustrialización dolorosa alimentaron la imaginación de Oteiza, Oiza y Fullaondo, tres inmensas figuras del panorama cultural. Sus propuestas, que por entonces suscitaron polémica y hoy probablemente horrorizarían más aun, son hijas de su tiempo y de la ambición de grandes figuras por una obra de carácter humanista. Reconciliarse con esta interesante propuesta es hacer las paces con ese decisivo momento en el que se pasó de la ciudad fabril a la actual y muestra qué diferente Bilbao pudo haber sido.

Para concluir, os dejamos con una entrevista a Andrés Iza, de Iza Arquitectura, realizada para el programa de televisión ¡Qué me estás contando! de ETB2. Ahí hablamos sobre la intervención de la alhóndiga de Philippe Starck. ¡No os lo perdáis!

 

*También os dejamos, aparte del libro de la Fundación Museo Jorge Oteiza, los links a unas webs interesantes que tratan sobre este tema y muchos otros, echadles un vistazo:

bilbaoenconstruccion.com

arquilectura.com

Rementeria Arnaiz, Iskander. OTEIZA y el CENTRO CULTURAL ALHÓNDIGA DE BILBAO. Una interpretación estética. 1ra ed. Fundación Museo Jorge Oteiza, 2017.

 

 

 

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